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viernes, 2 de mayo de 2014

Fábulas...

Las fábulas son composiciones literarias breves en las que los personajes que intervienen  son siempre animales, plantas u otros objetos que presentan características humanas como el habla, el movimiento, etc. y que concluyen con  una enseñanza o moraleja de carácter instructivo.


En la educación pueden ser de gran ayuda para los alumnos/as ya que para ellos, este tipo de personajes,  son muy cercanos así que aprovechemos estas “historias” breves para educarlos en valores, que realmente es lo que transmiten.

El águila, el cuervo y el pastor – Esopo

           


Lanzándose desde una cima, un águila arrebató a un corderito.

La vio un cuervo y tratando de imitar al águila, se lanzó sobre un carnero, pero con tan mal conocimiento en el arte, que sus garras se enredaron en la lana, y batiendo al máximo sus alas no logró soltarse.

Viendo el pastor lo que sucedía, cogió al cuervo, y cortando las puntas de sus alas, se lo llevó a sus niños.

Le preguntaron sus hijos acerca de qué clase de ave era aquella, y les dijo:

- Para mí, sólo es un cuervo; pero él, se cree águila.

Pon tu esfuerzo y dedicación en lo que realmente estás preparado, no en lo que no te corresponde.





El cisne tomado por ganso – Esopo






En un corral poblado de abundantes aves, vivían entre ellas un cisne y un ganso, el primero consagrado al regalo de la vista del amo, y el segundo destinado al regalo de su paladar. Jactábase el uno de comensal del jardín, y el otro de la casa. Daban sus paseos por los fosos del castillo, y ora se les veía nadar juntos, ora correr sobre las ondas, ora sumergirse, sin saciar nunca sus vanos apetitos.



Un buen día el cocinero, un poco pasado de bebidas, tomó al cisne creyendo que era el ganso, y cuando ya se disponía, asiéndolo por el cuello, a degollarlo para echarlo al caldero, el ave, próxima a la muerte, eleva al cielo su lamento. Se sorprendió el cocinero y ve su error al instante.

- ¡Con tal cantor – exclama – iba yo a hacer una sopa! ¡Oh, noo! ¡Quieran los dioses que nunca mi mano corte la garganta de quien tan bien sabe emplearla !

Esto enseña que entre los peligros que tras nosotros cabalgan, el dulce parlar en nada perjudica.

Antes de tomar una acción sobre alguien o algo, ya sea que le beneficie o perjudique, primero debemos asegurarnos de su verdadera identidad.




El avariento – Esopo


Había una vez un hombre muy avaro. Recogía el dinero y lo guardaba inmediatamente, sin gastarlo para nada. Ni comía bien, ni vestía decentemente.
Su mayor ambición era tener mucho dinero para guardarlo. En cuanto tuvo una buena cantidad, pensó en esconderlo bajo tierra para que nadie se lo pudiera robar.el_avaro_que_perdi_su_tesoro
Al fin se dirigió a un bosque y lo enterró bajo un árbol, alejándose luego de allí, contento de pensar que nadie sabía dónde se hallaba su tesoro y, por tanto, no se lo podrían arrebatar.
Pero en contra de lo que creía, el hombre no vivía tranquilo. No comía ni dormía pensando siempre si el dinero estaba bastante seguro enterrado en aquel lugar. Cada día iba al bosque y allí se aseguraba de que el tesoro seguía en sus sitio. Tantas veces fue y volvió del bosque que un campesino que vivía por los alrededores se sintió picado por la curiosidad.
Observó con atención lo que hacía el avaro y, cuando éste se fue, salió de su escondite y con una pala cavó una fosa encontrando allí una gran cantidad de dinero. Sin decir nada, lo cogió y se llevó no volviendo nadie a saber más de él.
A la mañana siguiente, el avaro volvió al bosque y se dio cuenta de que alguien le había robado. El pobre hombre comenzó a llorar y a desesperarse quejándose de su desgracia. Tanto tanto lloraba que llamó la atención de un hombre que pasaba por allí.
- ¿Qué ocurre buen hombre? – le preguntó el caminante.
- ¡Me han robado mi dinero!, ¡Todo lo que poseía!
- ¿Quién os ha robado?
- ¡No lo sé, para mi desgracia!
- ¿Dónde estaba el dinero?
- Enterrado aquí mismo. Ved la zanja que han abierto para llevárselo.
- ¿Y cómo es que lo teníais enterrado? más cómodo era tenerlo en casa y así lo teníais más a mano para usarlo.
- Yo no lo usaba. ¡Jamás lo tocaba!
- Entonces poned una piedra en su lugar! Si no lo usabais ¿por qué os afligís? Una piedra será para vos tan valiosa como el dinero.
Y el caminante se alejó tranquilamente.


De nada sirve poseer una cosa, si no se disfruta.

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